sábado, 31 de mayo de 2014

Hasta siempre, Bremen

Bremen, ha llegado el momento de despedirnos. Me muerdo los carrillos para que no se me escapen lágrimas. Tú me has dado mucho. Incluso más de lo que me podía imaginar. Cuando nos conocimos era un jovenzuelo con largas patillas que no conocía mucho mundo. Nunca me dijiste que esas patillas me quedaban fatal. Pero bueno, eso es algo que siempre quedará para echarse unas risas en el futuro.

Contigo pasé un Erasmus y, sin duda alguna, la mejor experiencia de mi vida. Pero tuvimos que separarnos un tiempo. Aquella vez nos despedimos como dos amantes de un sábado noche, discoteca, guateque, saca el whisky chely y vamos a bailar... sé sincero, ambos pensamos que ahí acabaría nuestra relación. Sin embargo, pasaron los meses y nos telefoneamos, nos preguntamos qué tal nos iba a cada uno. Yo te dije que no aguantaba más tiempo en Madrid y tú me ofreciste cobijo. Así que no dudé en empaquetar mis cosas y poner de nuevo rumbo a Alemania.

Allí llegué una helada noche de invierno. Me acuerdo como si fuera hoy. Todo estaba nevado y el termómetro no subía de los -5ºc. Viola y Marco me esperaban a la salida y nos fundimos en emocionantes abrazos. Sin duda alguna, me preparaste una gran bienvenida, cabrón.

Un día después me presentaste a dos de las personas más importantes de mi vida: Linda y Leandro. Dos gemelos que confiaron ciegamente en mi y me dieron un trabajo cuando sabía menos alemán que un mono de Gibraltar. Tuvieron mucha paciencia, me formaron y me han apoyado incondicionalmente durante dos años. El restaurante Locanda ha sido casi como mi negocio. Hemos sido un gran equipo. Hemos compartido muchas risas. Muchísimas. He conocido gente muy especial que, por las circunstancias, no volveré a ver, pero guardaré un bonito recuerdo de ellos. Pasé de ser el chico que fregaba los platos a Jimmy, el camarero de Locanda. No encuentro palabras para agradecer tanto cariño. Vuelvo a morderme los carrillos.

Pero la cosa no queda ahí. Bremen, tú me tenías reservada una gran sorpresa. ¡Qué cojones! La madre de todas las sorpresas. Tú moviste los hilos para que acabara conociendo a la mujer de mi vida. La chica que le da sentido a mi día a día. Esa tierna muchacha que antes era morena y ahora es rubia y que tiene nombre de perfume caro. Denise. La noche que nos conocimos se alinearon todos los planetas y ocurrieron todas las coincidencias posibles para que acabáramos chocando en Modernes. A partir de ahí, la historia se resume en mucho cariño. Un amor incalculable que me hace pensar que estaremos juntos para toda la vida. Me hace muy feliz. Y todo gracias a ti, Bremen.

Mientras estuvimos juntos, he recibido muchas visitas y he echado de menos algunas otras. Con especial cariño recuerdo la de Tara, un artista de los pies a la cabeza, una cabeza sin pelo; o la de Pablo, el hermano bastardo de Dave Grohl; o la de Félix, que me pilló en plena resaca de las muelas de juicio; las de Ángel fueron siempre fugaces pero intensas, como un buen amante; después vino Ignacio y, sin conocerlo, ya me cayó bien el tipo; mi hermana también tuvo tiempo para pasar frío con su amiga Sandra; dos finlandeses, OP y Jaakko vinieron a lo contrario, a pasar calor; Sevi vino para ver las semifinales de la Eurocopa de 2012; Tivorowsky también se dejó caer por aquí, esta vez sin provocar ninguna desgracia... No me puedo quejar.

Además, en tus calles y bares conocí buena gente como Raúl, María, Fran, Gonzalo o Davide... y me reencontré con otros, como Luca, Viola, Alex, Kevin, Robert, Connie, Isa, Gianna, Laura, Phil, MartinBen, JanFarina... Os quiero mucho.

Te hablo solo de estos dos últimos años. Está claro que el Erasmus me dejó a muchos más. Aun así, seguro que me olvido de alguien, pero la emoción me puede. Me puede también al acordarme de Marco, mi casero y compañero de piso. Pocas veces como dos imanes que se repelen y muchas otras como dos piezas del mismo puzzle. Me dio un techo y me enseñó mucho.

Minka, gatete, a ti también te echaré de menos, canalla. Y eso que últimamente he visto vídeos en internet donde han demostrado científicamente que a los gatos le importan tres cojones sus dueños. Aun así, me haces gracia, salá.

Quizás lo único que no eche de menos e, incluso, me alivie, será el alejarme de los conciertos de ópera a la hora de la siesta. Eso y a la mujer que siempre ocupa tres asientos en el tren.

Ahora me voy, Bremen. Tienes que dejarme volar. Siempre vamos a estar conectados. Te llevo tatuado en la piel. Pero mi aventura debe continuar y por eso me mudo a Berlin. Allí me une un contrato de medio año. Pero seamos realistas. Sabes que intentaré quedarme por todos los medios. Mi vida pasa por la capital. Eso no significa que no nos vayamos a ver de nuevo. Claro que no. Lo nuestro es especial. Siempre que pueda vendré a visitarte. Llamaré a los que queden por aquí. Me tomaré algo en el Burgerhaus de Viertel. Beberé unas cervezas en el Schüttinger. Daré un paseo por el Bürgerpark. Quemaré la noche en el Tower o el Lila Eule y acabaré comiéndome un kebap que me sentará como un tiro a la mañana siguiente.

Bremen, tú me lo has dado todo. Te estoy muy agradecido. Es increíble la sensación de saber que estoy en casa cuando recorro tus calles. Los que no te conocen, no lo entenderán. Sabías que, tarde o temprano, iba a escribirte esto. Lo hemos pasado muy bien juntos. Hasta pronto, viejo amigo. Adiós, Bremen.

1 comentario:

  1. casi lloro por ti hijoputa, que te vaya todo genial como hasta ahora! nos vemos pronto campeón!

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