miércoles, 9 de abril de 2014

Técnica de hijoputismo ilustrado avanzado

Hola amiguetes de Desvaríos Compartidos. Hace tiempo que no escribo. Sí. Yo soy el primero que lo sé. Pero ya me repito cada vez que escribo una entrada. Os dejé claro al principio de qué iba esto y vosotros aceptasteis. No quiero lamentos porque no voy a disculparme. No me apetece montar cada día estos numeritos de 'adolescente belieber', ¿vale? Así que vamos al grano. Hoy os quiero hablar de sexo. ¡Oh! ¡Sexo! ¡Ha escrito sexo! ¡Entonces me quedo a leer el post! Yonkis baratos, que sois todos unos yonkis baratos...

Bueno, ahora que os habéis metido de lleno en la entrada, tengo que ser justo con vosotros. No voy a hablar de sexo. Os he pillado. Soy un genio del Community Management. Y un mentiroso. Porque de lo que verdad os quería escribir es del hijoputismo ilustrado. Sí, el hijoputismo ilustrado, en cursiva y negrita. Ese término que aún no cuenta con definición propia en la RAE y que a cada uno nos inspira ciertas ideas de lo que simboliza. Ideas conexas que conducen hacia el mismo desenlace, hacia el mismo término: el mal.

El mal porque sí. El mal porque me sale de los huevos. El mal porque soy una persona amargada y quiero llevarme a alguien conmigo a mi cueva de pesadumbre en el día de hoy para poder sonreír durante cinco segundos mientras pienso en que hay alguien tan jodido como yo. De ese tipo de personas quiero hablar hoy. En serio, no las entiendo. Todo el mundo tiene problemas que significan mucho o poco para cada uno, no son ni más grandes ni más pequeños que los de los demás. Pero estos individuos cuya personalidad ha sido forjada por el citado hijoputismo ilustrado no hacen más que aumentar su frustración y el enojo de las personas que, estando a su alrededor, se comen sus aflicciones. ¿Y por qué os hablo hoy de esto? ¿Qué mosca me ha picado? ¿He caído en una depresión? No. Es más, estoy feliz de la vida porque tengo grandes noticias que os contaré en la próxima entrada del blog. Pero... lo que me pasa... es que... el otro día... vi esto en el tren:


¿Por qué? ¿Por qué, señora? ¿Por qué se sienta usted en el medio? ¿No ve que hay más gente que quiere aparcar su trasero tras una larga jornada de trabajo? ¿No ve que hay tres sitios? ¿¿¿Por qué se sienta en el del medio??? El vagón lleno y la gente sentada en el asiento del medio. Con dos ovarios bien gordos...

Aunque quizás es la culpa de la sociedad. O eso debe pensar esta buena moza. ¿Por qué nos da pánico sentarnos al lado de alguien en el transporte público? ¿Por qué nos agobiamos al entrar en el transporte público buscando un asiento libre fuera del perímetro de otra persona? Somos así. En Alemania y en España. Pero, este tipo de gente lo hace más difícil. Este tipo de personas demoran la evolución del ser humano. Jamás podremos romper esas cadenas que nos impiden sentarnos al lado de alguien desconocido, al menos que trabajemos todos juntos, con tesón y poco a poco. Primeramente debemos empezar por dejar un asiento libre entre medias, como hice yo en mi caso. Y con los años, iremos recortando distancias. Siempre y cuando no nos encontremos con semejantes piedras por el camino.

Lo peor de todo es que veo a esta mujer una o dos veces por semana. En el mismo tren. A la misma hora. Y siempre utiliza la misma estrategia disuasoria. Con el agravante de que se baja en la primera parada del tren conmigo. ¡Para una maldita estación! ¡Son 7 jodidos minutos de trayecto! ¡Siete putos minutos que hace sufrir a otra persona candidata al asiento de al lado! Lamentable. Lamentable. Lamentable.

¿Ha quedado el tema lo bastante exagerado? Gracias. Ese es mi desvarío de hoy. Solo quería multiplicar por mil mi frustración y compartirla con todos vosotros, que además, habéis caído en mi engañoso gancho. Un bratzo.

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